MADRE CHINANDEGA
Words and photo by Yesenia Guadalupe Berrios
Era una niña de siete años la primera vez que visite Chinandega, Nicaragua.
La tierra de mis ancestros, cuál calor se siente en los huesos, que sube de la tierra y baja del sol.
Vi a mi madre tierra por primera vez, imponente, desnuda y salvaje. Lagos inmensos, playas de arena oscura, montañas rodeadas por nubes en las alturas.
Sus volcanes activos grandiosos y destructivos, un recuerdo en el paisaje de nuestra mortalidad humana.
Viviendo entre tanta belleza e incertidumbre note, que la gente Nicaragüense viven intensamente en el presente.
Orgullosa, luchadora, sin temor a lo que se les enfrente, honrando a la vida con respeto a la muerte.
Caminando por las calles me sentía como un extra terrestre que después de una odisea de siete años navegando entre las estrellas, en fin regreso a su hogar.
Las caras lindas de un pueblo moreno, bañadas en sudor, de pelo oscuro como los cerros reluciente como charol.
Un espejo en cual sentí reflejada, la hermandad que no sabía que en el alma me faltaba.
Antes de regresar a la llanura de la Florida, madre me dio una despedida de alta categoría.
Una nube de humo espectacular, que en lugar de agua, ceniza llovía.
“Adiós hija” me decía mi tierra, “lleva este recuerdo en tu piel” y desde entonces llevo su magia cerca, y a mi Nicaragua seré siempre fiel.